Tuesday, December 14, 2010

El inconsciente político y cinemático de Orson Welles



El director como agente artístico, en este caso Welles, desde su óptica marxista siempre tiene la consigna de concientizar al espectador/lector. Tratándose de variantes marxistas, surgen dos medios estilísticos de hacerlo, sea por la vía de la mimesis o, por medio del efecto del “estrangement".
Queda claro que la escena de Welles interrumpe el proceso de la mimesis al tornarse en un autorreferente intertextual; poetiza su personaje en el momento que se auto-representa como actor-director, cuyo extrañamiento se matiza a partir del verso “soy una fuerza del pasado". Por consiguiente, la lógica de la narrativa se reconfigura y se traspasa del plano cinemático al poético; pues, la recitación del poema desemboca en un plano alegórico donde se hace mención de elementos abstractos e irracionales, como la monstruosidad del hombre, su circunstancia despolitizada, sobre todo, la indiferencia del hombre ante la explotación del hombre mismo. En este sentido, la recitación del poema intercala cierto elemento surreal que deriva de la condición existencial del hombre con la inquietud política.
No obstante, a partir del juego, un tanto paradojal, de la escena, acontece una bifurcación estética del texto cinemático –el aspecto autorreferencial- al par de la alienación existencialista que se articula con el discurso marxista que entonan las palabras de Welles.
La escena resulta ser compleja ya que se advierten paradigmas cinemáticos amalgamadas por la creatividad artística y un pensamiento marxista heterodoxo, cuando no contradictorio.
El marxismo en su definición esencial es, netamente, materialista, no hay cabida para lo metafísico o lo irracional. De ahí la frase de Welles: "yo como marxista no hablo de la muerte". La vida material impera sobre lo occiso. En ello hay una clara contradicción por parte del marxismo wellesiano, ya que para embalar la critica ontoteologica (o teología negativa), se requiere del código, signo, y referente bíblicos. Asimismo, la teatralidad de la escena, proyecta un vaivén de suplemento entre lo material y lo metafísico, la noción de que cierto concepto se constituye y se define por su oposición a lo otro se relativiza implícitamente. Empero, dicha relativización dispone de un historicismo latente. He aquí acontece lo que se podría denominar el inconsciente político de la escena.
De acuerdo con Fredric Jameson, ‎"It is in detecting the traces... [...]...in restoring to the surface of the text the repressed and buried reality of this fundamental history, that the doctrine of a political unconscious finds its function and its necessity.”
El inconsciente político se manifiesta mediante esa valencia estético-histórica; en el saber señalar/distinguir las configuraciones estéticas de la obra en relación con el modo de producción y esa intencionalidad por concientizar mediante el acto simbólico (aunque yo diría que es el acto alegórico). Es paradójico; el inconsciente político como gesto de concientización sugiere una preferencia por la imaginación ante la imagen, por lo subjetivo ante lo objetivo, por lo invisible ante lo visible… todos son gestos que sintonizan poéticamente con aquel momento en que Welles se levanta y gira la silla hacia el otro lado, se sienta y queda contemplando el otro horizonte, asimismo, perdiendo su mirada en aquella línea horizontal sublime, donde el cielo se junta con la materialidad de la tierra.

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